La leyenda cuenta que José Emilio Pacheco solía ir a jugar a este billar ubicado en la calle de Medellín entre Chiapas y San Luis Potosí. En realidad llegar ahí para mí fue más por una necesidad de salir del encierro que el estar en una oficina representa; más allá de intentos de revivir una leyenda o de visitar lugares comunes. Un lugar no existe sin sus visitantes, y en el caso del Billaroma ellos parecían que estaban ahí desde el momento en que el lugar abrió sus puertas o incluso antes, en algunos momentos me pareció que estaban con su caja de dominó, simplemente esperando a que abriera para iniciar ese juego que a mi parecer es eterno. Las mesas de billar estaban prácticamente vacías fuera de la que ocupamos mi amigo y yo; parecía que siempre había sido y sería así. No así las mesas de dominó que estaban llenas por las personas de las que ya escribí. La nostalgia comenzó a invadirme en cuanto seleccionaron canciones de Leo Dan por el sistema de sonido y no porque haya vivido
Nada serio, todo real