Esperaba debajo del reloj del metro, nunca supo a quien; pero al momento en el que la vio supo que era ella.
Ella sonrió, le dio risa su aspecto desaliñado y su mirada de tonto; él sonrió y desde ese momento nunca la olvido. Ella ni siquiera le prestó atención, continuo caminando mientras pensaba que no hay señales universales del coqueteo, sólo malinterpretaciones universales de las miradas.
Ella sonrió, le dio risa su aspecto desaliñado y su mirada de tonto; él sonrió y desde ese momento nunca la olvido. Ella ni siquiera le prestó atención, continuo caminando mientras pensaba que no hay señales universales del coqueteo, sólo malinterpretaciones universales de las miradas.
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