No recuerdo hace cuanto fue que te ví intentando pasar entre dos coches al bajar por Palmas; yo escuchaba a Nick Cave y tus ojos cafés me parecieron perfectos para escuchar The Mercy Seat. Volteaste a verme con cara de desesperación y yo sonreí; para mi sorpresa tú hiciste lo mismo y esa sonrisa me dejo sin pensamiento por un momento.
Cinco minutos después sólo habiamos avanzado una cuadra; volteé a verte e hiciste una señal de que debía bajar mi ventanilla; platicamos un poco acerca de lo pesado que es enfrentarse al tráfico solo. Decidí dejar mi coche en la calle que da al Sanborn´s y aborde el tuyo dispuesto a pasar el tráfico contigo; después habría tiempo de regresar por mi coche.
Comenzamos el camino: las típicas presentaciones: nombres, trabajo, escuela, amigos, música, cine, tráfico. Si te soy sincero, en un momento te dejé de prestar atención; tus ojos cafes tras los lentes de pasta y tus redondos y pequeños senos me impidieron saber que decías.
En Polanco ahondamos acerca de nuestros trabajos, del tedio de trabajar y de todas las vidas que nos hubiera gustado haber vivido en lugar de la que teníamos; te dije que yo lo único que quería era tranquilidad, algo así como tener una enramada en Playa Paraiso y vivir de ella y en ella o algo por estilo, un lugar en donde no me preocupara nada porque no necesitaba nada. Simplemente dijiste que sería rico y que también te gustaría.
No sé como fue, pero te propuse orillarte en el Starbucks de Masaryk y tomar un café en lo que pasaba el táfico; para después tomar la carretera a Playa Paraiso. No sé como fue, pero para mi sorpresa te orillaste.
No recuerdo hace cuanto fue que te ví intentando pasar entre dos coches al bajar por Palmas; la tranquilidad me ha hecho perder la noción del tiempo, pero en algunos momentos cuando termino de arreglar la enramada y me recuesto en la hamaca me pregunto si mi coche seguirá en la calle a lado del Sanborn´s de Palmas y me doy cuenta que no me importa: si tengo el reflejo del mar en tus ojos no necesito nada más.
Cinco minutos después sólo habiamos avanzado una cuadra; volteé a verte e hiciste una señal de que debía bajar mi ventanilla; platicamos un poco acerca de lo pesado que es enfrentarse al tráfico solo. Decidí dejar mi coche en la calle que da al Sanborn´s y aborde el tuyo dispuesto a pasar el tráfico contigo; después habría tiempo de regresar por mi coche.
Comenzamos el camino: las típicas presentaciones: nombres, trabajo, escuela, amigos, música, cine, tráfico. Si te soy sincero, en un momento te dejé de prestar atención; tus ojos cafes tras los lentes de pasta y tus redondos y pequeños senos me impidieron saber que decías.
En Polanco ahondamos acerca de nuestros trabajos, del tedio de trabajar y de todas las vidas que nos hubiera gustado haber vivido en lugar de la que teníamos; te dije que yo lo único que quería era tranquilidad, algo así como tener una enramada en Playa Paraiso y vivir de ella y en ella o algo por estilo, un lugar en donde no me preocupara nada porque no necesitaba nada. Simplemente dijiste que sería rico y que también te gustaría.
No sé como fue, pero te propuse orillarte en el Starbucks de Masaryk y tomar un café en lo que pasaba el táfico; para después tomar la carretera a Playa Paraiso. No sé como fue, pero para mi sorpresa te orillaste.
No recuerdo hace cuanto fue que te ví intentando pasar entre dos coches al bajar por Palmas; la tranquilidad me ha hecho perder la noción del tiempo, pero en algunos momentos cuando termino de arreglar la enramada y me recuesto en la hamaca me pregunto si mi coche seguirá en la calle a lado del Sanborn´s de Palmas y me doy cuenta que no me importa: si tengo el reflejo del mar en tus ojos no necesito nada más.
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