Nos quedamos de ver en el parque, en la fuente donde solíamos tomar café y fumar a la menor provocación. Teníamos mucho sin vernos y la verdad hoy te ves bastante guapa, aunque nunca me gustaste; nos abrazamos y te sentaste a platicar, recordando que alguna vez fuimos amigos.
De repente la luz reflejo en tu ojo y el color que tomó fue muy interesante, en ese momento me di cuenta de cosas que no te había dicho y reaccione. Me levante, me puse frente a ti y golpeé tu cara; lo seguí haciendo hasta verte sangrar, parece que al primer puñetazo comprendiste que hay cosas en las que me podrías ayudar.
Y mientras te golpeaba pensé en todas las veces que pedí tu ayuda con palabras, con gestos, con gritos; directa e indirectamente y tu nunca estuviste dispuesta a ayudarme. Pedí tu ayuda con palabras y no la recibí, quizá pedirla con golpes sea mejor.
Y resulto, en ese momento comprendiste todas las cosas que debías haber hecho o dicho, en ese momento comprendiste que yo sólo necesitaba dos palabras y una acción, pero era demasiado tarde. Golpearte me hizo odiarte.
Y me despedí con la idea de no volverte a ver, aunque sabíamos que lo volveríamos a hacer, tenía que irme temprano a ver a un amigo que hacía mucho no veía. Troné los huesos de mis dedos, y fui decidido a verlo.
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