Siempre me reclamaste no existir al mismo tiempo que yo a pesar de que tenemos gustos marcadamente similares, de que estuvimos en los mismos lugares, en los mismos conciertos y con los mismos amigos. Sin encontrarnos nunca, o yo estaba en un lugar el viernes y tú estarías en ese lugar el sábado. Las pláticas nos llevaban a decir cuanto habíamos disfrutado haber estado en el mismo lugar en diferentes tiempos, o con diferente gente; y en esas conversaciones se nos dejaba asomar un dejo de nostalgia o un sentimiento de que podríamos haber gobernado al mundo; nos sentíamos como una novela beat en la cual tú ocupabas los capítulos pares y yo los nones. Y a años de distancia te diste cuenta de eso y comenzaste a interrogarme acerca de porqué nunca nos habíamos encontrado; fue cuando te diste cuenta de que eras mi amiga imaginaria, que no pudimos estar nunca en el mismo lugar, porqué necesitaba conocerlo para después imaginarte ahí y crear una historia de cómo te la habías pasado.
Nada serio, todo real