Me dió la pistola y me dijo: "tienes que matar a una de dos personas, la primera me traicionó y la segunda le ayudó". Yo lo vi fijamente, era mi primer trabajo como asesino a sueldo y me costaba un poco de trabajo lidiar con el asunto de matar; sin embargo, necesitaba el dinero y salir de la rutina. Tome la pistola y me dedique a seguirlos; no podía comprender la traición de la que hablaba mi cliente y mucho menos la idea de vengarse de esa forma. Al final de todas mis pesquisas, que incluían poca investigación y mucha imaginación, tenía perfectamente armada una historia en mi cabeza: motivos, momentos, causas. Y la verdad, al menos en mi imaginación la supuesta traición ameritaba un enojo, no un asesinato, pero no me pagaban por imaginar. Antes de disponerme a hacer el trabajo, me vi con mi cliente, además de cobrarle quería escuchar de él por última vez que en realidad quería que lo hiciera. Los dos fumababamos y al interrogarlo descubrí algo en su mirada que me era familia