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De canciones regaladas, felicidad engañosa y Blur

Puedo recordar el momento en que te conocí, no así la primera vez que te vi, por alguna razón en una pista de baile decidí que estaba enamorado de ti y comencé un torpe cortejo que parecía más bien una plática egocéntrica. Tu mirada por otro lado, me hacía ver que aceptabas el hecho de que estuviera enamorándome de ti; aunque al mismo tiempo me hacía saber que no tenía la más absoluta razón para creerlo.

Comencé a llamarte seguido e invitarte a fiestas, bares y bailes, confieso que tu risa me atrapo y tu manera frenetica de bailar me hizo pensar que existía cierta química entre nosotros y tu mirada me hacía notar que sabías que estaba enamorado; en esa época me dio por pensar mucho en ti y en relacionarte con canciones, muchas de ellas las he dejado así: relacionadas contigo.

Después de una larga serie de salidas; simplemente dejamos de vernos cada que había razones para bailar, fue duro acostumbrarme a pasar algún fin de semana sin verte; pero ese tiempo nos permitió a los dos decidir confesarnos algo: Tú me dijiste que desde hace años tenías novio y que no querías que yo fuera a pensar que lo dejarías por mí a lo que yo sólo te contesté “no te preocupes, no me enamoré de ti, simplemente me conociste en una etapa de mi vida en que era estupidamente feliz”.

La cara de los dos en el momento en que bailábamos fue de comprensión; sin embargo al despedirnos yo noté tu desencanto al descubrir que ese baile no era más que una expresión de mi felicidad y no un coqueteo descarado y yo puedo jurar que mi cara reflejó que sabía que mi existencia era incomoda para tu relación de pareja.


Al caminar, cada quien por su lado comencé a tararear Not Groovy Man; en realidad quería saber que pensabas en mí, que el baile no terminaría y que las fiestas no acabarían, pero ambos sabíamos que ese baile sería el último y que las próximas veces que nos viéramos las palabras que dijimos pesarían tanto que seríamos simplemente dos amigos que se reúnen a tomar un café para ponerse al corriente de sus vidas en esos meses que no nos vimos. Tuve ganas de pedirte que regresarás las canciones que te di.




Hoy, después de más de seis meses de que nos vimos por última vez, me llamas disculpándote por no haber podido verme antes y que tienes ganas de que nos veamos; te invito a uno de esos bares a donde solíamos ir a bailar y me contestas lo que tanto temía: “mejor vamos a un café para poder platicar más a gusto”, esas palabras me hicieron darme cuenta de que ambos seguíamos siendo estúpidamente felices, pero que tu habías decidido evitar que nuestra felicidad te confundiera.

Te esperé en el café, cuando venías caminando por la esquina Tender cruzó por mi cabeza. 


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